08 octubre 2006

COLORES PARA UN DOMINGO POR LA TARDE




Lua escuchaba a Louis Amrstrong mientras intentaba escribir historias en la pantalla del ordenador portátil. Su gata blanca ronroneaba en un cojín a sus pies, ajena a la batalla campal que tenía lugar en la mente de su ama. En un momento dado el teléfono empezó a sonar insistentemente, pero Lua lo ignoró con más insistencia aún. No quería que nadie la importunara con nimiedades, del tipo... "qué has comido hoy?" o bien... ¿quedamos para tomar una copa?. En todo el día no había comido nada, pero de copas ya estaba bien servida. En la mesa una botella de bourbon daba sus últimos suspiros después de haber sido escanciada una docena de veces por las manos ávidas y ágiles de la escritora frustrada. Frustrada. Llevaba toda la tarde repitiendo frases que luego borraba furiosa porque nunca cuadraban con lo que Lua quería contar. Se le escapaban las palabras, y sólo conseguía imaginar colores, los colores la inundaban y no dejaban sitio para nada más.

Colores que bailaban ante sus ojos. Azules y grises. Rojos y verdes. Morados, violetas, amarillos. El alcohol la hacía ver colores a todo alrededor, y eso la calmaba. Y la despistaba. Cualquier palabra que le venía a la cabeza de pronto se hacía humo y se convertía en un color inexpresable.
Su gata ahora era del color de las cerezas. Tenía los ojos de un negro azabache que brillaba y daba luz a toda la habitación, de modo que Lua no necesitaba encender la lamparita que siempre tenía encendida otros días en la mesita de noche.
Le gustaba la sensación de vértigo que le producía el alcohol.
Y no había hecho la cama. Para qué. Ya habría tiempo.
Su compañero de aquella noche no volvería. Había sido una noche de antología. Por supuesto no habían dormido. Le dolían todos los huesos de su cuerpo, después de tanta movida. De tanta deliciosa movida nocturna. En la vida había tenido una experiencia así, y ahora se había empeñado en escribirla. Pero no sabía cómo.

El teléfono no paraba de sonar. Tal vez fuera él. Pero no. Había dicho que no volvería a saber nada de él. Nunca. Jamás. Así que no se molestó en contestar. A pesar de que de pronto pensó que nadie más que él sabía que estaba allí. Se había despedido de todos los demás. De su familia. De sus amigos. De sus compañeros de trabajo. Y todos pensaban que había cogido aquél avión, y pensaban que estaría ya en su destino, esa ciudad enorme y lejana donde se suponía que pasaría los próximos dos años de su vida.
Pero no había llegado nunca siquiera al aeropuerto.
Antes se había encontrado con él. Y habían hablado como por casualidad. Fue un encuentro fortuito. Una de esas cosas tontas que pasan de vez en cuando. Un encontronazo al volver una esquina. Una mirada más intensa de lo que se puede considerar apropiado. Y luego todo comenzó a ocurrir rápidamente, sin que ninguno de los dos pudiera evitarlo. Y acabaron en casa de Lua, y ya no hablaron más.
Cuando se fue, ella aún no sabía su nombre. Porque en ningún momento se le había ocurrido preguntarle. Se despidieron deprisa, sin poder creer lo que había ocurrido, balbucenado apenas un "bueno... nos vemos", y luego él: "no, no volveremos a vernos..." torpe, torpe, torpe despedida. Ninguno había sabido estar a la altura de las circustancias. Ninguno fue capaz de retener ese momento único, que se les escapó de la manera más tonta.
Y el teléfono sonaba, pero Lua ya no lo oía. Ya sólo veía colores, colores en la pantalla del ordenador. Colores cambiantes en las paredes del cuarto. Teclas multicolores en el teclado, como un carrusel dando vueltas sin parar.
Colores.
Al final, se quedó dormida con el gato en sus rodillas.
Y al cabo de unas horas, ya el teléfono también se había dormido...

19 comentarios:

  1. Torpe, sí... pero no quien lo ha escrito. Besos

    ResponderEliminar
  2. bonito texto ... ¿ has pensado en lanzrte a la piscina y empezar a escribir profesionalmente ?... nena vales mucho y estoy contigo en que hay que cambiar esas tardes con el pinganillo en la oreja ...

    un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Una historia muy buena, dá que pensar. En efecto, el teléfono es muy frío y no hay que cogerlo cuando suena (total, para lo que hay que oir). Aunque, mejor no utilizarlo nunca. Si alguna vez se tiene algo que decir verdaderamente se va en persona. Las cosas importantes pierden emoción vividas en la distancia.
    Me has convencido Lua, voy a desconectar mi móvil.
    Por otra parte, te felicito por tu relato. Me ha gustado mucho.

    ResponderEliminar
  4. Seguramente era una telefonista ofreciendo a Lua una de esas promociones...hizo bien con no contestar y seguir hechizada por los rastos de sexo en la piel y el alcohol bullendo en la sangre.
    En serio mándame el curriculum por mail y te pongo en contacto con lo más "in" del mundo empresarial de Cercedilla residencial.

    ResponderEliminar
  5. Qué ineresante historia...sigue mariajo, sigue...Te digo lo que Lolita, dedícate a esto y deja el pinganillo.

    Besos, lua-mariajo

    ResponderEliminar
  6. Qué será que muchos se quedan con la incertidumbre del teléfono?...prefiero los colores, el dolor del cuerpo y la gata cereza de bourbon.
    Un beso esmeralda.

    ResponderEliminar
  7. Me podrías dar el telefono de Lua?
    Yo también quiero llamarla.
    Besos y gracias por tus visitas!
    Pete

    ResponderEliminar
  8. Anónimo1:40 p. m.

    ¡Enorme mejora MJ!
    ¡Enorme!

    ResponderEliminar
  9. Nena q bueno!; me gusta, me gusta mucho como lo has escrito y la historia!.
    Interesante lo q vivió Lua esa noche... ;))

    ResponderEliminar
  10. Anónimo6:10 p. m.

    Amiga MJ, usted puede escribir muy bien.Haga como en este post.Escriba eliminando superficialidades y cursiladas(a las que es dada,como todos,a caer).
    Disculpe la sinceridad.

    Siga en esta linea y nos dará(y se dará ) fabulosos posts.

    Es mi opinión y yo la comparto.

    ResponderEliminar
  11. ¿Que te vas "pa" Martinica?

    Ya contaras, ya.

    ResponderEliminar
  12. Anónimo12:55 a. m.

    Gracias a todos los que os habéis pasado por aquí.
    Os contaré que estos últimos días estoy sufriendo una recaída en mis crisis de ansiedad. Y que es porque algo está donde no debe estar, las cosas no son como me gustaría que fuesen. Que soy una cobarde, que quiero y no puedo, no soy capaz de dar el paso y cambiar esas cosas.
    Que llevo tiempo queriendo escribir y no puedo, y que esto lo hice como un parto, con ese dolor en el pecho que se me ha instalado y apenas me deja respirar. Que por otra parte se escribió solo, porque cuando empecé no sabía lo que iba a contar, y fue saliendo.
    Y que no me voy a Martinica, pero no me vendría mal.
    Y que agradezco la crítica constructiva del señor Luis de Luis, que tiene razón, y que seguiré intentandolo.
    Y que un abrazo para todos.
    Y perdón por el rollo que os he metido. :)

    ResponderEliminar
  13. Y nosotros quedamos a la espera, señorita... y pa lo que haga falta.

    ResponderEliminar
  14. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  15. mariajo si puedes si puedes. Puta ansiedad!. Tómate un tranquilizante q para algo están y sigue hacia delante pq si puedes. Sabes q es lo q no te gusta, lo q tienes q cambiar? hazlo coño mariajo hazlo!, pero no te dejes nena!!!.
    Si pudiste escribir esto puedes escribir cualquier otra cosa maravillosa. Enfrentate a ello nena; yo estoy contigo coño!, q necesitas????
    Un beso preciosa, espero poder hablar contigo luego

    ResponderEliminar
  16. Anónimo10:34 a. m.

    No lo intentes... ¡hazlo! como dijo aquel filósofo del celuloide.

    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  17. Tengo que leerte más nueva amiga MJ. Quizás cuando estamos en estados mentales críticos es cuando estrujamos las neuronas más francas.

    Mucho ánimo y mucho beso.

    ResponderEliminar
  18. Franco: muchas gracias por tu ofrecimiento, pero he abierto la página y la verdad es que no entiendo nada!
    A lo mejor es interesante, quién sabe.
    Luego veré si puedo entenderlo mejor...
    Un saludo.

    ResponderEliminar